Tal vez alguna vez te has encontrado con alguno de estos términos y aún no sabes de qué se trata. Hoy te diremos qué es, y cómo con su práctica puedes reducir el estrés, sentirte mejor y disfrutar de la vida un poco más.
Ciudad de México, 10 de diciembre (SinEmbargo/HuffingtonPost).- En la vida moderna y agitada de la ciudad no hay tiempo de meditar, es complicado quedarse quieto, y sin haberlo intentado antes es probable que se piense que será aburrido, etc. Excusas.
Pero así como es fácil encontrar excusas, es mucho más sencillo pensar en los beneficios de la consciencia plena: reducir el estrés, mantener la concentración, silenciar ese parloteo constante en tu mente que a duras penas te deja descansar.
Y podemos hablar de más beneficios. Estudios clínicos han comprobado que practicar la consciencia plena mejora la calidad de sueño, tiene efecto positivo en enfermedades cardíacas, dolor crónico y presión alta, reduce la ansiedad y aumenta los anticuerpos que combaten las enfermedades.
¿CÓMO LLEGAR A ESE ESTADO?
Hace falta tiempo para entrenar la mente, y paciencia. No se trata de cerrar los ojos y esperar que una varita mágica toque nuestra mente, pero su práctica no puede ser más sencilla: busca un asiento confortable, adopta una postura cómoda y relajada y comienza a prestar atención a tu respiración.
¿COMENZAMOS?
Puedes sentarte en una silla cómoda con los pies en el suelo, con las piernas paralelas, o puedes hacerlo en un cojín o una manta, en postura de loto, o de rodillas, o como quieras, lo importante es estar erguido, y si tienes alguna limitación que te impide estar erguido, bastará con una posición en la que puedas mantenerte por un rato, sin sentir ningún tipo de incomodidad.
Cuando estás cómodo con tu cuerpo y la postura que has elegido, comienza a respirar lenta y rítmicamente, inspirando por la nariz, y exhalando por la boca, de manera que ambos ciclos tengan la misma duración.
Comienza a centrar tu atención únicamente en la respiración, continúa… continúa. En ese momento, llegas a una consciencia deliberada de tu estado presente, una “consciencia plena” de tus pensamientos, tus sensaciones.
Esta meditación no tiene como propósito alcanzar una iluminación espiritual, se trata de un ejercicio mental que tiene que ver con estar lúcido, atento a la realidad, no intentes lograr nada.
¿Parece una contradicción? Pues no lo es, se trata de eliminar tus expectativas, de aceptar sin juzgar todo lo que suceda, se trata de dejar de lado las opiniones e interpretaciones, “no aferrarse” y tratar de mantener una clara consciencia de lo que está sucediendo en cada momento, sin pensar en el futuro.
Cuando tu mente comienza a vagar, (eso es inevitable), vuelves tu atención a la respiración. Se va nuevamente, y vuelves. Esa es la práctica, y con el tiempo, lo que lograrás es dejar de obsesionarte con el contenido de tus pensamientos, y te aseguro que eso es maravilloso cuando estás extremadamente ocupado o bajo mucha presión.
Lo ideal es comenzar de a poco. Practicar unos pocos minutos al día, cinco o diez alcanzarán al comienzo, luego puedes estirar tus sesiones a unos cuarenta minutos, o hacer una sesión breve por la mañana y otra por la tarde. Puedes tomar el tiempo con un temporizador, y si no dispones de mucho, piensa que hacer poco siempre será mejor que no hacer nada.
Cada vez que sientas que estás perdiendo la concentración en tus actividades, prestar atención a tu respiración te ayudará a centrarte. Cuando salgas a caminar, cuando estés preparando la comida, mantente concentrado en lo que estás haciendo, en vez de pensar en el trabajo, en lo que debes hacer, dale a cada cosa su tiempo.
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